Lobo ibérico (Canis lupus signatus)
por
Pedro Alcántara
El lobo como especie
El lobo (
Canis lupus) es un miembro del orden de los
mamíferos conocidos como Carnívoros. Probablemente las características
más distintivas de los animales de este orden son sus largos y
puntiagudos dientes caninos o colmillos y sus afilados premolares
superiores y molares inferiores. Los carnívoros poseen un sistema
digestivo simple y sus garras son normalmente afiladas. Además, sus
clavículas son comparativamente pequeñas. Sus cerebros están altamente
desarrollados, por lo que estos animales están considerados más
inteligentes que la mayoría de los otros grupos.
Además del lobo, la familia de los cánidos también incluye el perro
doméstico, el coyote, las distintas especies de chacales y el dingo.
La
constitución del lobo indica inmediatamente su capacidad depredatoria.
Las 42 piezas de sus fuertes mandíbulas, su amplia caja torácica y sus
voluminosos músculos maseteros, que dan a sus ojos esa característica
forma almendrada, son fruto de una pragmática evolución al servicio de
sus funciones de depredador en la escala trófica.
Un lobo adulto puede tener una longitud de entre 100 y 120
centímetros, y una alzada a la cruz de entre 60 y 70 centímetros. El
peso varía entre 30 y 50 kilos, aunque se han encontrado ejemplares de
hasta 75 kg. Las hembras tienen unas dimensiones y peso inferiores a los
de los machos.
Las variaciones de tamaño entre unas subespecies y otras pueden
explicarse por las diferencias de temperatura de las zonas en las que
habitan. Hay una relación inversa entre la temperatura ambiente y el
tamaño corporal de un animal de sangre caliente. Aquellos animales de
regiones más cálidas tendrán una masa corporal menor que aquellos otros
que habitan regiones más frías (Bergman y Allen).
La edad del lobo en buenas condiciones de supervivencia puede alcanzar los 16 años.
En todo el mundo existen 32 subespecies del lobo, que se pueden englobar en cuatro grupos: lobos blancos (
tundrarum en Alaska,
albus en la región ártica europea), lobos rojos (
pallipes en las zonas predesérticas de Eurasia), lobos grises (
pambasileus en Alaska) y lobos pardos (
signatus en la Península Ibérica,
lupus en Eurasia). También existen otras especies dentro del género
Canis lupus, que acogen a subespecies menores, en Norteamérica y la India.
El lobo es un superdepredador que ocupa, en su hábitat natural y sin
competencia del hombre, la parte superior de la pirámide nutricional.
Esto significa que se trata de un depredador que carece de competencia
externa para la regulación de su población, y que su crecimiento está
sólo limitado por:
- La disponibilidad de alimento suficiente en su territorio (los
lobos pueden recorrer en itinerancia hasta cien kilómetros diarios).
- Las enfermedades que puedan diezmar su población
Cuando tiene lugar la aparición del hombre --también un superdepredador-- la situación cambia, porque:
- El hombre considera al lobo un peligro para sí mismo
- El lobo y el hombre compiten en la caza de otros animales
situados en una posición inferior dentro de la pirámide nutricional
(jabalíes, corzos, cabras montesas, conejos).
- En situaciones de carencia alimentaria el lobo amplía los
límites de su territorio natural de caza en busca de alimento, llegando a
atacar ocasionalmente a rebaños de ovejas o cabras.
El
lobo es además un animal social, que vive fuertemente vinculado a un
grupo --manada--, que es la base de la estructura social. Dentro de esta
manada los comportamientos están fuertemente reglamentados en base a
una jerarquía estricta.
El lobo tiene una camada (en raras ocasiones dos) anualmente, de
entre tres a ocho cachorros. La loba amamanta a sus cachorros mientras
que el macho le alimenta a ella cazando y regurgitando la comida que ha
ingerido durante la caza. La lactancia dura alrededor de un mes.
Los lobeznos (cachorros de edad inferior a tres meses) son alimentados indistintamente por cualquier miembro de la manada.
Al cumplir los tres meses los lobeznos pasan a llamarse lobatos. Al
cabo de un año tienen ya la morfología de adulto. Al cabo de un año y
medio dejan de ser lobatos para pasar a ser lobos.
El
lobo, al igual que el hombre, es un ser eminentemente social. Un alto
porcentaje de su comportamiento está determinado por sus relaciones con
otros miembros de su especie con los que forma manadas con el fin de
obtener ventajas frente al medio de cara a la propia supervivencia.
Se puede decir que la unidad fundamental es la manada aunque, como
hemos visto, se dan casos de individuos aislados en busca de otros
individuos aislados con los que formar una nueva manada o, menos
frecuentemente, de otra manada en al que integrarse.
El aprendizaje del comportamiento social del lobo comienza desde el
momento de su nacimiento. Dentro de su propia camada se establecen
pronto roles de comportamiento bien definidos en los que unos individuos
prevalecen sobre otros por su carácter o su potencia física. Este
inicio resulta crucial para el posterior desarrollo de los individuos
porque determina inequívocamente el orden por el que se puede acceder al
alimento.
Ya desde los juegos de los lobeznos se puede apreciar cómo unos
dirigen, organizan o reprenden a aquellos de sus hermanos que tienen un
estátus inferior al suyo. Los individuos más apocados o más débiles
pueden quedar relegados del resto e incluso ser repudiados por la propia
madre si su debilidad es manifiesta.
Ambos
sexos cuentan con su propia jerarquía. Los individuos que ocupan la
posición más alta dentro de ésta se denominan individuos "Alfa", los
siguientes "Beta", y así sucesivamente. Los que ocupan la posición más
baja se conocen como "Omega". Dentro de la dinámica de la jerarquía se
presentan situaciones en las que un individuo reta a otro de posición
superior por razones alimentarias o reproductivas (ya que la jerarquía
gobierna también estos aspectos de la vida del lobo).
Según algunos estudios (Rodríguez de la Fuente) existe una fuerte
tendencia a la monogamia en las parejas de lobos. De hecho, dentro de la
doble jerarquía de los lobos (la masculina y la femenina), la pareja
reproductora de la manada es la dominante, es decir, el macho alfa y la
hembra alfa. Los demás adultos y subadultos de la manada no se
reproducirán a no ser que pasen a ocupar el puesto de dominante o que
abandonen la manada para formar otra independiente.
La principal actividad de la manada, la caza que le proporciona
alimentos, se hace en grupo. Durante las cacerías el trabajo está
perfectamente distribuido. El lobo es un animal en el que la resistencia
prima sobre la potencia. Por esta razón la táctica de caza consiste en
agotar a la presa, persiguiéndola hasta que su captura se hace posible.
El
control y la disciplina en la manada es fundamental para que esta caza
en equipo tenga éxito. Cuando despliegan un ataque sobre una presa, los
lobos no aúllan ni ladran, pero sí gruñen y llegan a castañetear los
dientes. Por el contrario, los perros suelen ser extremadamente
ruidosos, lo cual ha servido a veces para poder determinar la identidad
de los depredadores que han llegado a atacar rebaños domésticos (Grande
del Brío, Castaño, Gallego).
En el momento en que una manada se hace demasiado numerosa para que
el territorio que ocupa pueda sostenerla, se produce de forma natural
una disgregación de la misma. Uno o más individuos se separan de ella
para formar su propia manada, la cual deberá encontrar un territorio
propio que le proporcione las oportunidades de caza necesarias para su
subsistencia.
Se dan también casos en los que individuos solitarios, no integrados o
expulsados de alguna manada, vagan por las montañas, e incluso por
campos de cultivo, en busca de su sustento y de otros congéneres que
estén dispuestos a crear una nueva manada.
Morfología
Canis lupus signatus es el nombre científico del lobo ibérico, la subespecie de
Canis lupus
que habita nuestra península, descrita por Ángel Cabrera en 1907. De
los cuatro grupos en que por su pelaje se agrupan las 32 subespecies de
lobos, pertenece al de los lobos pardos.
En efecto, en su colorido dominan los tonos marrones, aunque existen
ejemplares más oscuros y otros más rojizos, estos últimos distribuidos
en el pasado principalmente en la zona sur del río Duero. Los individuos
jóvenes presentan generalmente tonalidades grisáceas muy apagadas
durante el invierno, mientras que en el verano tienen un característico
color marrón oscuro.
Las características principales que diferencian el pelaje del lobo ibérico del del lobo europeo son las siguientes:
- Manchas blancas en los belfos, llamadas "bigoteras",
- Líneas verticales negras o muy oscuras que recorren el frente de sus patas delanteras,
- Marca oscura a lo largo de su cola,
- Mancha oscura alrededor de la cruz, llamada "silla de montar".
Estas marcas son las que le han valido a la subespecie el nombre de
signatus, que significa "signado", es decir, con señales o marcas.
El peso del lobo ibérico se encuentra entre el de los grandes lobos
europeos y norteamericanos y el de los lobos más pequeños que poblaban
el norte africano. Los machos adultos suelen superar los 40 kg. y las
hembras los 30. Además de esta lógica diferencia en el peso y tamaño y
en los órganos propios de cada sexo, machos y hembras se distinguen casi
únicamente por el volumen de la cabeza, en proporción marcadamente
mayor en los individuos masculinos.
Distribución
Estos lobos
poblaban la mayor parte de las tierras al sur de los Pirineos hasta
principios de este siglo. Sin embargo, durante los últimos cien años han
venido sufriendo una persecución sistemática y una serie de trabas
indirectas para el correcto desarrollo de sus poblaciones.
El número total de ejemplares de
Canis lupus signatus que se
pueden encontrar en España varía según las fuentes. El último censo
fiable data de 1988, e indicaba la existencia de 1.500 a 2.000
individuos. En la actualidad la población puede estimarse en
aproximadamente 1.500 ejemplares, distribuidos prácticamente en el
cuadrante noroccidental de la Península.
Mientras que en los años 50 la presencia del lobo era patente en todo
el oeste de la Península (no hay que olvidar su presencia en Portugal)
más en los Pirineos, un estudio realizado recientemente por el CSIC
(Palacios, 1999) revela que al sur del Río Duero (Sierra de San Pedro en
Extremadura y Sierra Morena) el último lobo podría haber muerto hacia
1983 y que no existe presencia confirmada ni rastros biológicos de su
existencia en la zona oriental de España, aunque es posible que
persistan algunos grupos en los Pirineos y el País Vasco.
Algunas reservas naturales también albergan a pequeños grupos de lobos (Hosquillo en Cuenca, Ordesa en Huesca).
Alimentación
El
lobo es un carnívoro depredador. La mayor parte de su dieta está
compuesta por presas cazadas, aunque ocasionalmente puede competir con
aves carroñeras por los restos de animales que han muerto de forma
natural o por accidente, así como por restos provenientes de vertederos
cercanos a núcleos de población humana. También es conocido el hábito,
en determinadas estaciones, de consumir alimentos de origen vegetal,
tales como frutos silvestres.
Sus presas naturales son grandes hervíboros y otros mamíferos de menor porte, como
zorros, perros,
conejos y liebres. También en ocasiones cazan
jabalíes solitarios o atacan al ganado doméstico.
Todo el sistema digestivo del lobo está adaptado para procesar
materia animal: agarrarla, desgarrarla, digerirla y eliminarla. En el
extremo delantero de este sistema es fácil apreciar las
especializaciones de los dientes delanteros para una vida carnívora,
como ya hemos descrito al hablar de su
morfología.
El tamaño de las piezas que un lobo traga enteras es impresionante.
El movimiento de su lengua probablemente ayuda sustancialmente al animal
a tragar esos trozos. La saliva del lobo seguramente tiene poca carga
enzimática (la de la saliva del perro es nula), por lo que quizás sirva
más como lubricante extendido por la lengua que como digestivo. La
lengua también les sirve para limpiar los huesos de sus presas y para
lamer sangre caída sobre la nieve o el suelo.
En España la dieta del lobo, según fue estudiada por el profesor Rodríguez de la Fuente, estaría compuesta por:
Si se suman los porcentajes de herbívoros, ovejas,
conejos
y otros carnívoros el resultado es que un 75% de la dieta del lobo
entra en conflicto con intereses humanos. En una época en la que la
población humana era reducida y existían aún grandes espacios abiertos,
libres de la injerencia del hombre, el territorio y los recursos que
sostiene eran suficientes para que ambas especies pudieran subsistir con
ocasionales encuentros entre ellas. En la situación actual, en la que
el hombre pretende acaparar virtualmente todos los recursos como
propios, la presencia del lobo resulta insostenible, salvo en los
reducidos enclaves donde el desarrollo no ha llegado todavía (es decir,
donde se mantiene el equilibrio natural ancestral).
En la Península Ibérica abundan los cérvidos salvajes y otras
especies silvestres que sirven de alimento al lobo, a diferencia de las
que desaparecieron en época glaciar y las que han sido reducidas a la
domesticidad, como el caballo, la cabra o la vaca. Sin embargo, la
existencia de estos cérvidos en libertad no basta para la supervivencia
del lobo en la mayor parte del territorio, por lo que éste recurre a
otras fuentes de alimento, en gran medida provenientes de la cabaña
ganadera.
Si el corzo es la pieza preferida por el lobo, no debemos olvidar el
papel que juegan en su dieta los roedores y los lagomorfos (
conejos y liebres), que varía mucho según las zonas. También otros cánidos, como perros y
zorros, pueden formar parte de la dieta de un lobo ibérico, así como
tejones o incluso
jabalíes, si la manada tiene la suerte de encontrarlos solos.
El lobo también aprovecha la carroña como complemento de su dieta.
Este comportamiento, no tan acusado en el pasado, está aumentando en los
últimos años por las políticas de algunas Administraciones regionales
de abandonar en cebaderos los restos de animales domésticos muertos, lo
que, además de alterar la función trófica del lobo convirtiéndolo de
depredador en necrófago, también hace aumentar la querencia del lobo por
el ganado vivo.
Conducta depredatoria
Los
lobos ibéricos raramente forman grupos de más de siete individuos. En
primavera y verano, los grupos se reducen a un número de adultos que
suele oscilar entre tres y cinco en el mejor de los casos. Más común es
la formación de parejas acompañadas a veces de un individuo subadulto.
Al parecer, el número de integrantes de la manada está en relación
directa con los hábitos alimentarios. Cuando la dieta está compuesta
principalmente por grandes herbívoros (alces, renos, búfalos), las
manadas deben tener un número grande de integrantes (de 10 a 20 o más),
mientras que si, como ocurre en España, las piezas son de tamaño mucho
menor (corzos,
conejos), el número de integrantes requeridos para cobrarlas es más pequeño.
Por regla general, los lobos se desplazan en fila india. No siempre
abre la marcha el individuo dominante, sino que con frecuencia lo hace
un individuo que actúa como prospector y que transmite algún tipo de
señal al resto del grupo. A veces el lobo prospector podría dejarse ver
deliberadamente para llamar sobre él la atención de la presa (Grande del
Brío).
En campo abierto, los lobos actúan de manera que son los individuos
más débiles o peor dotados de un rebaño de herbívoros (las crías y las
hembras viejas) quienes sufren particularmente su ataque. Eso no
significa que la seleccion de la pieza constituya un acto consciente por
parte de la manada, sino que ésta se limita a perseguir a aquellos
animales que no puedan escapar de su acoso con la debida rapidez.
Naturalmente, los mejor dotados eluden con mayor facilidad los ataques
de los lobos. Como consecuencia, éstos centran su atención en aquellos
ejemplares que evidencian un estado de minusvalía física. La seleccion
de la presa se reduce a una mera actitud de expectación, acorde con su
carácter de animal oportunista.
El cooperativismo implica ahorro de energía. Frente a los rebaños
domésticos, los lobos suelen actual coordinadamente, poniendo en
práctica la técnica del acecho. Si su labor se ve dificultada por la
presencia de perros pastores, uno de los lobos se deja ver, atrayendo
sobre sí la atención de los perros.
Cuando se trata de capturar
conejos,
uno o varios lobos actúan a manera de batidores, mientras los demás se
mantienen a la expectativa, por lo regular cerca de la entrada de la
conejera, adonde la presa acosada acudirá buscando refugio.
Solamente en uno de cada ocho intentos logran los lobos abatir a los
corzos tras desplegar los correspondientes movimientos de estrategia. En
el caso de los ciervos, la proporción de éxito alcanza el uno por seis
(Grande del Brío, Gallego).
Fundamentalmente el lobo pone en práctica dos técnicas de caza:
- Contra las presas de gran porte, como vacas, caballos o
ciervos, los lobos infieren heridas en la parte posterior del cuerpo,
centrándose sobre todo en la región ventral.
- Contra las presas de mediano y pequeño tamaño, los lobos
proceden mordiendo en el cuello, desgarrando la región cervical, la
tráquea y la glotis. Es el procedimiento normal para matar cabras y
ovejas.
Situación legal
La
Directiva Hábitats de la Unión Europea, aprobada en mayo de 1992 y
adoptada por la legislación española en diciembre de 1995, establece que
la población del lobo al sur del Duero debe ser considerada especie de
interés comunitario de carácter prioritario y para cuya protección es
necesario designar zonas especiales de conservación. Esto ha provocado
la tardía reacción de los gobiernos de Castilla-La Mancha y Andalucía,
que consideran al lobo como especie estrictamente protegida y han
establecido un sistema de indemnizaciones para subsanar los daños
producidos por sus poblaciones, extinguidas en estas zonas.
Aparte de esta protección comunitaria, la región de Castilla-La
Mancha ha incluido al lobo en el Catálogo Regional de Especies
Amenazadas. Los lobos que quedan en el norte de España (Castilla y León,
Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco) están considerados como una
especie cuya explotación debe ser compatible con el estado favorable de
las poblaciones. Esto significa que el lobo ha de ser respetado siempre
que no choque con los intereses humanos; es decir, que la ley sigue
siendo permisiva para que se puedan cazar lobos indiscriminadamente.
Sólo el municipio de Muelas de los Caballeros, al norte de Zamora y
cerca de las mayores poblaciones de lobo de España, ha demostrado
verdadero interés en la conservación del lobo ibérico y quiere prohibir
su caza por considerarla "especie emblemática".
El resultado práctico de las legislaciones tardías, la falta de
respuesta de las Administraciones y las leyes hechas a la medida del
hombre es que el lobo ibérico sigue siendo considerado en España como
especie cinegética.
Esta desidia en España afecta también a otras poblaciones de
signatus.
Portugal acoge aproximadamente al 10% de los individuos de lobo ibérico
que habitan la Península, y allí, aunque la legislación y la actitud de
la población es más conservacionista, el lobo también sufre una
situación crítica. Los lobos están estrictamente protegidos en el país
vecino por la misma Directiva Hábitats y por el programa Life de la
Unión Europea; sin embargo, para algunos lobos portugueses esta
protección no es efectiva. Existe una población de unos 150 lobos en la
frontera entre España y Portugal. Estos lobos, que viven relativamente
seguros en el lado portugués, son matados indiscriminadamente cuando
pasan a territorio español, concretamente en Galicia y Zamora, con lo
que muchos esfuerzos realizados al otro lado de la frontera por el
bienestar del lobo caen en saco roto.
Los principales problemas con los que se enfrenta esta especie en España son:
- El incremento de la presión humana sobre el hábitat del lobo,
con la desaparición continuada de zonas apartadas en las que la especie
ha prosperado tradicionalmente.
- Los incendios forestales, que, tanto de forma natural o
accidental como provocada, asolan los bosques españoles y suponen una
reducción de los hábitats naturales de la fauna en general, y sobre todo
de los grandes mamíferos que encuentran enormes dificultades en la
conquista de otros territorios de alimentación y refugio.
- La competencia con los intereses de ganaderos y cazadores, que se salda sistemáticamente con batidas tras ataques de lobo.
- La ignorancia y la superstición --palabras duras pero no por
ello menos ciertas-- de las poblaciones agrarias que a la vez sufren los
ataques del lobo sobre su ganado y temen la figura del lobo como un
animal vinculado por la tradición con los aspectos más oscuros de la
humanidad y la mitología.
- El impacto que las grandes infraestructuras, principalmente
autopistas y vías férreas, producen en las áreas de distribución del
lobo, actuando como verdaderas barreras que aíslan grupos poblacionales y
producen atropellos de forma permanente.
- El imperdonable desinterés y negligencia de las autoridades
competentes, tanto regionales como nacionales, quienes se limitan a
legislar en el mejor de los casos, cuando no ganan dinero por el
deplorable método de subastar el derecho de caza de lobos por cantidades
que exceden las 600.000 pts. por individuo, como ocurre con la Junta de
Castilla y León. Esas mismas autoridades se niegan a pagar
indemnizaciones a los ganaderos perjudicados por los asaltos del lobo y
mantienen una escandalosa ceguera que ha permitido que ningún cazador
furtivo haya sido jamás multado, a pesar de las leyes que protegen a la
especie, mientras que se admite que el 70% de los lobos que mueren cada
año lo hacen a manos de cazadores furtivos.
Usos cinegéticos
La
relación entre el hombre y el lobo está primariamente marcada por el
hecho de que son dos especies que básicamente compiten por los mismos
recursos alimentarios. Esta relación de competencia, complicada con
factores ajenos que se mencionan más adelante, han supuesto la práctica
extinción del lobo (anteriormente muy extendido por todo el hemisferio
septentrional) en todo el mundo, salvo quizá en las tundras occidental
canadiense y siberiana.
Aunque es cierto que periódicamente se registran ataques de los lobos
a los rebaños de ovejas, no es cierto que el lobo sea un animal
peligroso para el hombre. De hecho el lobo se repliega sistemáticamente
de cualquier lugar ocupado por el hombre.
El hecho de que, junto con el
zorro,
sea una especie que depreda las especies que persiguen los cazadores,
es actualmente el principal terreno de competencia entre ambas especies.
Esta desigual competencia se salda sistemáticamente con la matanza
ilegal de animales por parte de quienes continúan practicando
actividades bárbaras y degradantes como la caza. El uso, también ilegal,
de cebos envenenados para acabar con estos animales constituye otra de
las grandes amenazas que se ciernen sobre esta y otras especies.
En la Península Ibérica existían tres tipos de trampas loberas:
- Callejos, chorcos u hoyas (fojos
en Portugal y algunas zonas de Galicia). Consistían en dos muros de
piedra de varios centenares de metros de longitud, separados entre sí
una distancia variable por uno de sus extremos; por el otro convergían
sin llegar a juntarse, dejando un angosto espacio que desembocaba en un
foso de forma más o menos cuadrada, a veces circular, y de una
profundidad que podía oscilar entre los tres o cuatro metros. Los muros
estaban atravesados por portillas para el tráfico de carros por el
monte; estas portillas se atrancaban durante las batidas mediante
troncos. En la parte superior, los muros estaban rematados con lajas
dispuestas en forma de visera hacia el interior. El lobo se veía pues
forzado a correr hasta precipitarse al foso.
- Cortellos. Consistían en recintos de forma circular o
elipsoidal levantados con piedras colocadas sin argamasa y rematados por
grandes lastras salientes hacia el interior, donde sobre un mogote era
colocada una cabra u oveja como cebo, aportada por turno por los vecinos
del pueblo. Como por la parte exterior la altura del muro era escasa en
muchos puntos, el lobo podía fácilmente saltar dentro, quedando
atrapado sin posiblidad de salir. Con frecuencia, el lobo no devoraba el
cebo, concentrándose y dedicando sus esfuerzos a tratar de salir de la
trampa.
- Cousos. Consistían en simples hoyos practicados en el
suelo y cubiertos con ramajes; por lo general, ubicados en cruces de
caminos recorridos por los lobos. En algún caso, tenían una estaca
clavada en el suelo, con la finalidad de que el lobo, al caer, quedara
ensartado en ella.
Se utilizara la trampa que se utilizara, los vecinos raramente se
privaban del placer de exhibir a los lobos reducidos y abozalados por
los pueblos y aldeas de los alrededores, sometiéndolos a apaleos y otras
vejaciones. Por algún motivo, la especie humana nunca se ha distinguido
por hacer valer su inteligencia en situaciones de superioridad. En esos
momentos, la necesidad de hacer perder la dignidad a quien ya no supone
una amenaza para nosotros, para sentirnos totalmente por encima del
contrario, es más fuerte que la capacidad de utilizar la razón para
darnos cuenta del papel que cada uno cumplimos en la naturaleza.
Mitología en España
Nuestra tradición, alojada ya en el inconsciente colectivo, es rica
en alusiones a la supuesta perversidad y agresividad del lobo. La
influencia católica ha hecho además que se haya considerado al lobo como
una "criatura de las tinieblas", incluso vinculada al demonio.
No es de extrañar que un depredador como el lobo, único capaz de
hacernos frente en la naturaleza que nos rodea, y que actúa de forma
organizada y efectiva, despierte los ancestrales miedos a ser cazado.
Sin embargo en la milenaria pugna entre lobo y hombre, las agresiones
del lobo frente a las nuestras son infinitamente menores. La prueba es
la actual situación de su especie.
Otras culturas, menos interesadas que la cristiana en mantener a las
personas en la ignorancia y el miedo, han visto en el lobo un símbolo de
la sociabilidad, la eficacia y la inteligencia.
Los mitos de Rómulo y Remo o el de Gárgoris y Habis presentan
situaciones similares, en las que cachorros humanos son amamantados por
lobas. Los indios norteamericanos ven en el lobo un honorable
competidor, al que respetan y admiran. El ideograma chino para
representar al lobo significa literalmente "perro distinguido", tal vez
por el aspecto rasgado de sus ojos.
Sin embargo nuestra tradición está llena de historias que están en la
mente de todos, en las que el lobo es un ser maligno y cruel, incluso
el resultado de la transformación de un humano en un ser de instintos
bajos, incontrolables y asesinos. En el terreno de los dichos podemos
encontrar lo mismo: "Ver las orejas al lobo", "Meterse en la boca del
lobo", "El hombre es un lobo para el hombre" (falso en lo que dice, pero
muy revelador en cuanto a la actitud humana).
Todas estas actitudes y prejuicios, propios de las mentes ignorantes y
supersticiosas de la Edad Media, deberían ser arrojadas de nuestras
mentes gracias al conocimiento de lo que nos rodea. El valor de un ser
racional no está en reclamar serlo, sino en ejercer de tal.
Ya en España, el lobo constituye uno de los motivos animalísticos
representados en vasos, urnas y platos ceremoniales de los antiguos
iberos, casi siempre reflejando el carácter infernal de este animal
(ojos ligeramente rasgados, orejas puntiagudas, belfos distendidos
dejando ver los dientes triangulares y los colmillos) y en ocasiones
junto a jabalíes, cuya significacion funeraria ha sido ampliamente
documentada.
La vinculación del lobo a las creencias de ultratumba se halla
atestiguada en toda el área mediterránea. Hubo zonas de la España
pre-romana en que el lobo era representado como animal totémico en
monedas, siendo sustituido más tarde por la loba romana.
El culto al lobo ha podido arraigar con mayor fuerza entre aquellos
pueblos hispanos menos sometidos al proceso de romanización, como en el
País Vasco.
En términos generales, el simbolismo animalístico en el mundo
mediterráneo se halla impregnado de matices peyorativos. Las relaciones
entre el hombre y el animal no se han establecido ciertamente en
términos de igualdad ecológica, sino que el hombre civilizado se ha
tomado él mismo como centro de la naturaleza. Por ello no es extraño que
en Hispania, como en otros sitios, un animal depredador por antonomasia
como el lobo haya proporcionado la adecuada imagen mitológica. El lobo
frecuentemente se presenta como arquetipo de ferocidad.
También su piel ha dado lugar a todo un simbolismo. La piel de este
animal en ciertas tribus constituía un elemento simbólico de sumisión.
Igualmente, el mito de la licantropía ha formado parte desde antiguo
de nuestro acervo cultural. El hombre-lobo figura en multitud de dichos y
leyendas y con diversos nombres, sobre todo en el área occidental de la
Península.
El libro "El lobo ibérico: biología y mitología" de Ramón Grande del
Brío incluye una descripción a fondo del lobo en la mitología ibérica.