10 de enero de 2013

NIÑOS Y CACHORROS

NIÑOS Y CACHORROS
Estamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación fotografías de niños y cachorros juntos y felices, la realidad es que el tiempo que pasan juntos debe realizarse bajo la tutela constante de adultos o puede traer consecuencias no deseadas tanto para unos como para otros.
por andy carter
Los niños cuando juegan corren -y caminan- sin dirección y sin prestar atención a su entorno, alocadamente, como niños. Los cachorros exactamente igual. Tener a ambos juntos sin supervisión puede resultar en un grave accidente para el cachorro -o un perro adulto de tamaño pequeño-. Si un niño se cae, o es pisado o empujado por otro niño, se levantará generalmente sin más problema que algún arañazo o alguna lágrima. Si un niño se cae sobre un cachorro o un perro pequeño es muy probable que el perrito resulte herido -o peor-.
  • No deje que un niño corra donde haya un cachorro o un perro pequeño. Ni siquiera vigilado por un adulto.
  • No deje que persiga a los perritos.
  • Permita que juegue con ellos sólo en espacios reducidos, prestando atención a sus movimientos y siempre bajo atenta supervisión de adultos.

Acercarse con cuidado.

Los niños generalmente son activos y bulliciosos. Los perros pueden verse contagiados por este exceso de entusiasmo en sus movimientos y voces. Recordemos al niño que camine de una forma tranquila y relajada cuando esté cerca o se aproxime a un perro. Al mismo tiempo, enseñe a su perro a acudir a su llamada incluso cuando su entorno esté lleno de estímulos infantiles.


No llevar en brazos.


No permita que los niños levanten del suelo o lleven en sus brazos a ningún perro, independientemente de su edad o tamaño. La mayoría de los niños no saben cómo hacerlo, y sin querer puede causar lesiones al perrito. Además, cuando los cachorros -o perros pequeños- se sientan incómodos intentarán zafarse utilizando incluso sus dientes y sus uñas para liberarse. El resultado probable es que el niño soltará el cachorro de cualquier modo, quien puede resultar gravemente herido en la caída.


Tocar y acariciar correctamente.


Muchos niños no son conscientes de que el cachorro que tienen cerca no es igual que los peluches con los que están acostumbrados a jugar. Llevados de la emoción del momento pueden pellizcarles o tirarles de la piel, orejas y rabo. Los perros pueden ponerse nerviosos si ven una mano cerca de sus ojos y orejas, además de disgustarles las palmaditas rápidas. Prefieren palmadas lentas, principalmente en la espalda o pecho. Los niños que se acercan a un perro y le dan palmaditas en la cabeza están poniendo a prueba la paciencia y autocontrol del can. Evitémoslo.


Prohibir los abrazos.


A los perros no les gusta que les abracen, para ellos es un gesto que va unido al dominio y al apareamiento. Además, los niños pueden abrazar con excesiva fuerza a un cachorro o un perro pequeño, pudiendo incluso provocarles lesiones tan graves como rotura de la caja torácica, además del riesgo mencionado de que el perrito arañe o muerda al niño intentando liberarse.


Respetar el espacio personal y los deseos del perro.


En ocasiones los perros -igual que los humanos- quieren que les dejen tranquilos. No debemos permitir que los niños se acerquen a los perros cuando estén comiendo o durmiendo. Un perro que es despertado repentinamente por una mano sobre él puede tener una reacción involuntaria de mordisco. Tampoco debemos permitir que utilicen a los perros como almohada, cualquiera de los dos podría sofocarse mientras duermen. Ni que jueguen a vestir al perrito, ni a maquillarle o hacerle peinados. El mercado está lleno de muñecas que cumplen ese objetivo.


Nada de juegos bruscos, ni peleas, ni carreras, ni saltos.


En todo momento, incluso bajo supervisión, debemos impedir cualquier juego que implique agresividad. Debemos prohibir de modo estricto que un niño arrastre, tire, empuje, luche, cabalgue, golpee o ruede por el suelo con un cachorro o un perro pequeño, ni siquiera aunque sea de manera lúdica. También debemos evitar el juego de tira y afloja (en el que el perro sujeta un extremo de una cuerda o juguete y el niño el otro extremo). De otra parte, tampoco debemos permitir que el perro salte, persiga o se abalance sobre un niño.


Uso correcto de órdenes.


Los niños deben utilizar las mismas órdenes que los adultos, y hacerlo de un modo respetuoso, sin confundir al perro con un juguete eléctrico. Debemos estar seguros de que el perro ha aprendido correctamente una nueva habilidad antes de permitir que el niño la utilice.


No se grita, ni se insulta, ni se cogen berrinches.


Los niños son incapaces de contener sus emociones. Si han tenido un mal día en el colegio pueden pagarlo con el perro. O si no han conseguido algo que querían, lanzarle un objeto para liberar su frustración. También un cachorro puede tener un rato de energía imparable. En estos momentos lo mejor es que tanto el perro como el niño pasen un tiempo separados para reflexionar.
por girl reporter
Si enseñamos tanto al perro como al niño a comportarse correctamente, y supervisamos siempre que estén juntos, conseguiremos que desarrollen una relación estrecha y feliz.

Fuente guau.com

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